Que siempre esté Él ahí, y que estemos siempre con Él (I 1-8-60).
Sólo hay un Maestro: Jesús. Pero nos encontramos con personas que por haber vivido muy unidos a Jesús y con su Espíritu, nos pueden ayudar mucho en nuestro caminar gozoso hacia la casa del Padre. El padre María Eugenio creo yo que es uno de esos. Os lo propongo como amigo, compañero y guía sobre todo en los caminos difíciles... en las subidas abruptas, en los senderos estrechos de la fe. ¡BUEN CAMINO!

viernes, 7 de mayo de 2010
VIVIR CON ÉL NO ES UN LUJO
miércoles, 28 de abril de 2010
¿CÓMO ATRAER AL ESPÍRITU SANTO?
En los primeros siglos de la Iglesia, la acción del Espíritu Santo en las almas y en la Iglesia adoptaba formas exteriores que la hacían manifestarse a plena luz. El día de Pentecostés el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego, toma posesión de los apóstoles y, por medio de ellos, de la Iglesia. Afirmó su presencia por la transformación que experimentaron, y su poder por todas sus obras. Con frecuencia intervenía en la vida de la Iglesia… Era una persona viviente en el seno de la Iglesia y reconocido como tal: nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros, escribían los apóstoles. Con ello hacían alusión, en efecto, a su iluminación y a su decisión, que se manifestaban exteriormente.
Desde entonces parece que el Espíritu Santo se ha ocultado progresivamente en las profundidades de la Iglesia y de las almas. No sale de esta oscuridad más que en raras manifestaciones exteriores. Ciertamente, no hay decadencia de su poder y actividad. El cambio no atañe más que a sus modos de obrar. Siempre está vivo en nosotros, presto a difundirse, y nosotros siempre tenemos sus dones para recibir su soplo. Pero sea porque se ha ocultado o, más bien, porque, menos ferviente e inclinada hacia la tierra, la humanidad no ha pensado en servirse de su acción, es un hecho fácil de comprobar que el Espíritu Santo se ha convertido no sólo en un Dios escondido, sino también en un Dios desconocido, y que la ciencia espiritual que puede servirse de su poder por los dones ha sido ignorada durante largo tiempo por la generalidad de los cristianos.
La ciencia mística –pues tal es su nombre– ha sido, incluso, desacreditada, cuando no menospreciada, en los ambientes sinceramente cristianos. «¡Obra de la imaginación!, ¡ilusiones enfermizas!», se decía.
A esta ciencia mística se le ha devuelto el honor. El frío jansenismo ha desaparecido. El Espíritu de amor puede soplar de nuevo en las almas. El corazón divino se ha manifestado. Santa Teresa del Niño Jesús nos ha enseñado un camino de infancia que conduce a la hoguera de amor y busca una legión de almas pequeñas, víctimas de la misericordia. El Espíritu Santo vive en la Iglesia, su vida se difunde. Cristianos fervientes, incluso incrédulos, buscan esta vida, unos con un amor esclarecido y ya ardiente, otros con su dolorosa inquietud.
Partiendo del hecho de que la perfección está en el reinado perfecto de Dios en nosotros por el Espíritu Santo, toda la ciencia mística está en la solución de este problema práctico: ¿cómo atraer el soplo del Espíritu y cómo entregarse después y cooperar a su acción invasora? Es cierto que el Espíritu Santo es soberanamente libre en sus dones y nada puede coartar o disminuir su libertad divina. Con todo, hay disposiciones que ejercen una atracción casi irresistible sobre su misericordia, y otras que él exige como cooperación activa a su acción.
Hay tres disposiciones que corresponden a tres leyes o exigencias de toda acción de Dios en el alma. Estas disposiciones fundamentales, que regulan toda la cooperación del alma y que irán perfeccionándose a medida que la acción divina se desarrolle, son el don de sí, la humildad y el silencio.
A esta ciencia mística se le ha devuelto el honor. El frío jansenismo ha desaparecido. El Espíritu de amor puede soplar de nuevo en las almas. El corazón divino se ha manifestado. Santa Teresa del Niño Jesús nos ha enseñado un camino de infancia que conduce a la hoguera de amor y busca una legión de almas pequeñas, víctimas de la misericordia. El Espíritu Santo vive en la Iglesia, su vida se difunde. Cristianos fervientes, incluso incrédulos, buscan esta vida, unos con un amor esclarecido y ya ardiente, otros con su dolorosa inquietud.
Partiendo del hecho de que la perfección está en el reinado perfecto de Dios en nosotros por el Espíritu Santo, toda la ciencia mística está en la solución de este problema práctico: ¿cómo atraer el soplo del Espíritu y cómo entregarse después y cooperar a su acción invasora? Es cierto que el Espíritu Santo es soberanamente libre en sus dones y nada puede coartar o disminuir su libertad divina. Con todo, hay disposiciones que ejercen una atracción casi irresistible sobre su misericordia, y otras que él exige como cooperación activa a su acción.
Hay tres disposiciones que corresponden a tres leyes o exigencias de toda acción de Dios en el alma. Estas disposiciones fundamentales, que regulan toda la cooperación del alma y que irán perfeccionándose a medida que la acción divina se desarrolle, son el don de sí, la humildad y el silencio.
viernes, 23 de abril de 2010
EL ESPÍRITU NOS HACE AMIGOS DE DIOS
Y nosotros... ¿Conocemos la existencia de los dones del Espíritu Santo y sabemos lo que Dios puede hacer por medio de ellos? Al saber como trabaja el Espiritu Santo podremos darle la libertad para que Él trabaje como quiera.
domingo, 18 de abril de 2010
EMPECEMOS CON UN ACTO DE FE
Después de unos días de descanso, empiezo de nuevo. Esta vez escucharemos al Padre María Eugenio hablarnos del Espíritu Santo. Quizás penséis que todavía es pronto... y quizás tengáis razón. Hoy en el evangelio, Jesús ya les enviaba el Espíritu Santo a los apóstoles... y es que sin el Espíritu Santo nunca podremos ser verdaderos seguidores de Jesús, que es lo que le pedía hoy a Pedro y nos pide a todos nosotros: "Sígueme" (última palabra del evangelio de hoy).
Pues para que nuestro seguimiento de Jesús sea firme, alegre y generoso necesitamos creer más en el Espíritu Santo, conocerle más para llegar a tener gran intimidad con Él y sea Él quien nos lleve de la mano por los caminos de la vida, para que vivamos movidos por el Espíritu. ¡No es broma! ¡Se puede!
Por eso quiero empezar pronto, para que poco a poco aprendamos a vivir con Él a cada instante y ¡veréis como cambia todo!
Leerlo despacio, y lo disfrutaréis mucho.

No pidamos al Espíritu Santo, que nos revele su presencia por medio de manifestaciones exteriores como el día de Pentecostés, sino que se digne revelarnos su presencia, dándonos, al menos, la fe en Él.
Porque, como dice Nuestro Señor, el que tiene el Espíritu y cree en Él, ríos de agua viva manan de su seno (Jn 7,38), y en su alma se difunde el Espíritu Santo. Ríos de vida y de luz descienden sobre las almas por obra del Espíritu Santo, pero también gracias al alma que abre, por así decir, las exclusas divinas mediante la fe en el Espíritu Santo." (Mo 259-260)
domingo, 4 de abril de 2010
RESURRECCIÓN : TRIUNFO DE LA VIDA
¿Qué es la fiesta de la Pascua? ¿Por qué la Iglesia pone en nuestros labios el canto repetido del aleluya? Precisamente para cantar el triunfo de la vida de Dios, el triunfo pascual. Pues la vida triunfa en Jesús: Jesús sale del sepulcro, y su alma y su mismo cuerpo son glorificados. Y serán glorificados para siempre, pues Cristo resucitado ya no vuelve a morir...
¡Misterio divino, impenetrable e incomprensible! Dios ha querido esa muerte para este triunfo, para ser "la muerte de esta muerte" y garantizar para siempre el triunfo de la vida.
Esta fiesta de la Pascua es la fiesta central del misterio cristiano y de nuestra liturgia, pues en ella se celebra la expansión y la irradiación de la vida divina hasta el final de los tiempos.
Este triunfo es el fundamento de nuestra fe, pues con él, Jesús ha afirmado su divinidad. Es también el fundamento de nuestra esperanza, pues esa vida que fluye de Cristo debe igualmente inundar cada una de nuestras almas y todo su cuerpo místico. Y ese triunfo es, finalmente, el fundamento de nuestro amor, pues , en la humanidad regenerada, nuestras almas de bautizados están unidas a Cristo y unidas unas con otras por los lazos de la caridad, que no es otra cosa más que la vida triunfante en Cristo Jesús.
sábado, 3 de abril de 2010
MARÍA, ESPERANZA EN LA NOCHE
María, estás sola, ya no tienes a Jesús. entras en la noche de la fe, pero en ella alimentas serenamente la esperanza... "Stabat Mater" Permaneces en pie, en tu alma reina la calma. Nosotros venimos a tu lado para consolarte y eres tú quien nos enseñas con tu serenidad y tu paz, con la fortaleza que irradia tu actitud.
Virgen María, tú nos muestras ya desde hoy el poder y la eficacia de la palabra sustancial que Jesús pronunció ayer desde la cruz: "Ahí tienes a tu madre" Realmente tú eres nuestra madre: nosotros queremos consolarte, pero al verte no podemos ser y no queremos ser más que niños.
Virgen María, Madre nuestra del Sábado Santo, sabíamos que eras para nosotros una madre tierna y bondadosa, pero nunca te habíamos visto tan grande, tan digna, tan fuerte, y a la vez tan dolorosa.. ¡Qué lección para nosotros! Lección de esperanza y de confianza.
Tú nos enseñas cómo hay que llevar el peso del sufrimiento para que sea verdaderamente eficaz y fecundo... con una esperanza siempre viva... una esperanza cuyo único punto de apoyo sea la palabra de Dios, la palabra de Jesús y que nos permitirá entrar en el misterio pascual de la Resurrección.
viernes, 2 de abril de 2010
VIERNES SANTO: NOCHE DEL CALVARIO
Esta mañana hemos salido de nuevo a tu encuentro. Como lo haríamos con un amigo, o un hermano al que amamos y que sabemos sumido en la prueba y el dolor, te preguntamos cómo has pasado la noche. No esperamos respuesta: la noche ha sido mala, dolorosa, abrumadora.
Permítenos, oh Jesús, acompañarte a lo largo de tu camino. Permítenos, Jesús, seguir tus pasos.
Tu silencio no nos basta. Queremos penetrar en tu alma, saber lo que en ella pasa; queremos que se esclarezca el misterio de tu cruz; queremos penetrar el misterio de la Redención.
Oh Jesús, luz, camino y vida nuestra, seguimos tus pasos con todo nuestro amor, con nuestro deseo de conocerte, con nuestra necesidad de asemejarnos a ti. Enséñanos. Que la luz de tu Pasión nos ilumine, la luz que brilla en ese misterio, en esa oscuridad.
Oh Jesús, sé tú nuestro maestro. El que sigue tus huellas no caminará en las tinieblas. Confiamos que nos darás tu luz para conocerte, para amarte más, para hacernos semejantes a Ti.
Yo te adoro, Jesús crucificado, libro vivo, libro de la Pasión, libro abierto de tu triunfo y de los triunfos de la Iglesia. Enséñanos el lenguaje de tu cruz. De esa cruz que siempre será escándalo, que siempre será locura. Incluso a nosotros cristianos que queremos seguirte, nos cuesta descifrar su lenguaje y recoger sus enseñanzas: nos cuesta sobre todo, aprender a aplicarlas a la vida. Sin embargo el lenguaje de la cruz es universal.
Jesús, déjame mirarte y escuchar tu oración: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"; "Hoy estarás conmigo en el paraíso"; "He ahí a tu hijo"; "He ahí a tu Madre"; "Tengo sed"; y al final de su pecho oprimido sale un grito: "Todo está consumado. Padre en tus manos entrego mi espíritu". Es el grito del triunfo del santo, del triunfo de Cristo que ha vencido a las fuerzas del mal y que es glorificado por su Padre.
jueves, 1 de abril de 2010
LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO
Jesús amará a los suyos, a todos los cristianos, hasta el extremo; los amará desde la Eucaristía; los amará desde el sacrificio de la Misa, que se celebrará todos los día, y en la que los suyos podrán participar en su sacrificio por la comunión diaria.
Entregándose a nosotros, Jesús nos da la vida sobrenatural, la expande en nosotros, y al mismo tiempo acrecienta el potencial de esta vida espiritual y edifica la Iglesia. ¿En qué consiste esa vida que Él nos da? Esa vida es la participación, por la gracia, en su naturaleza divina. Jesús se da completamente a nosotros para que nos convirtamos en Él. Como lo hace resaltar san Agustín: Él es quien nos come. Él es quien nos recibe, nos asimila, nos hace ser Él mismo. Nos da, pues, todo lo que tiene, realizando progresivamente en nosotros la unión con Él, una semejanza de amor, una identificación con Él. Esta es la prueba suprema del amor. De esta manera, Jesús quiere elevarnos consigo hacia las cumbres, hacia la Trinidad Santa.
Hoy festejamos esta institución admirable, prodigiosa, que pareció escandalosa cuando nuestro Señor la dejó entrever después de la multiplicación de los panes.
Que suba nuestra gratitud hacia Dios nuestro Señor por haberse atrevido a crear este sacramento, por haber tenido la audacia de entregarnos su carne y su sangre a pesar del escándalo que pudo ocasionar y a pesar de las imposibilidades aparentes. Jesús lo ha desafiado todo… ha querido poner en juego toda su omnipotencia para entregarse a nosotros.
Agradezcamos a Cristo este don.
Jesús se ha querido reducir a una cosa, a una pequeña hostia. A nosotros nos toca humillarnos ante su majestad escondida. Nos toca humillarnos, purificarnos y acrecentar nuestra fe, para que este sacramento de Cristo, este don que Él hace de sí mismo, produzca su efecto pleno en nosotros.
Entregándose a nosotros, Jesús nos da la vida sobrenatural, la expande en nosotros, y al mismo tiempo acrecienta el potencial de esta vida espiritual y edifica la Iglesia. ¿En qué consiste esa vida que Él nos da? Esa vida es la participación, por la gracia, en su naturaleza divina. Jesús se da completamente a nosotros para que nos convirtamos en Él. Como lo hace resaltar san Agustín: Él es quien nos come. Él es quien nos recibe, nos asimila, nos hace ser Él mismo. Nos da, pues, todo lo que tiene, realizando progresivamente en nosotros la unión con Él, una semejanza de amor, una identificación con Él. Esta es la prueba suprema del amor. De esta manera, Jesús quiere elevarnos consigo hacia las cumbres, hacia la Trinidad Santa.
Hoy festejamos esta institución admirable, prodigiosa, que pareció escandalosa cuando nuestro Señor la dejó entrever después de la multiplicación de los panes.
Que suba nuestra gratitud hacia Dios nuestro Señor por haberse atrevido a crear este sacramento, por haber tenido la audacia de entregarnos su carne y su sangre a pesar del escándalo que pudo ocasionar y a pesar de las imposibilidades aparentes. Jesús lo ha desafiado todo… ha querido poner en juego toda su omnipotencia para entregarse a nosotros.
Agradezcamos a Cristo este don.
Jesús se ha querido reducir a una cosa, a una pequeña hostia. A nosotros nos toca humillarnos ante su majestad escondida. Nos toca humillarnos, purificarnos y acrecentar nuestra fe, para que este sacramento de Cristo, este don que Él hace de sí mismo, produzca su efecto pleno en nosotros.
sábado, 27 de marzo de 2010
PASCUA DEL PADRE MARÍA EUGENIO
Desde allí nos manda su mensaje para prepararnos a vivir esta Semana Santa.
ESTAMOS HECHOS PARA DIOS
¿En qué consiste ser cristiano? Está claro que el cristiano es aquel que manifiesta su fe, su cristianismo, mediante el ejercicio de la caridad, su actitud exterior y el cumplimiento de sus deberes; pero esencialmente hablando, el cristiano es aquel que tiende hacia su fin, hacia Dios. El cristiano es alguien que cree que procede de Dios, que vuelve a Dios y que está llamado a participar en la vida divina, a perderse en la Santísima Trinidad. El cristiano cree en esto, cree que su verdadera vida no está aquí abajo, sino en el misterio de la Trinidad. Porque estamos hechos para Dios, estamos hechos para el Cielo, y el Cielo no consiste únicamente en encontrarnos de nuevo con aquellos que amamos: el Cielo consiste esencialmente en encontrar a Dios, en sumergirnos en el movimiento de la Santísima Trinidad.
¿En qué consiste ser cristiano? Está claro que el cristiano es aquel que manifiesta su fe, su cristianismo, mediante el ejercicio de la caridad, su actitud exterior y el cumplimiento de sus deberes; pero esencialmente hablando, el cristiano es aquel que tiende hacia su fin, hacia Dios. El cristiano es alguien que cree que procede de Dios, que vuelve a Dios y que está llamado a participar en la vida divina, a perderse en la Santísima Trinidad. El cristiano cree en esto, cree que su verdadera vida no está aquí abajo, sino en el misterio de la Trinidad. Porque estamos hechos para Dios, estamos hechos para el Cielo, y el Cielo no consiste únicamente en encontrarnos de nuevo con aquellos que amamos: el Cielo consiste esencialmente en encontrar a Dios, en sumergirnos en el movimiento de la Santísima Trinidad.
La gracia nos hace hijos de Dios, y en el seno de la Santísima Trinidad viven el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; la gracia nos impulsa precisamente a identificarnos con el Verbo de Dios, con el Hijo de Dios. El Hijo de Dios se encarnó; es en él en quien hallamos nuestro fin; debemos procurar perdernos en él. Y es en él en quien hallaremos nuestra felicidad: ésta consistirá en identificarnos con él, en entrar con él en la Santísima Trinidad, en participar en sus operaciones y, con ello, de su felicidad. Ese es nuestro fin, en esto consiste el Cielo: no sólo en ser espectadores de Dios, sino en obrar con Dios obrando con el Verbo, con el Hijo de Dios. Ese es nuestro fin, así es la vida que no acabará, la vida del Cielo.
La oración, la unión con Dios, es ya vida eterna; es vida del Cielo, es realizar las operaciones que haremos en el Cielo. Nuestra vida aquí nos ha sido dada sólo para preparar aquélla, para ejercitarnos, para realizar ya desde ahora lo que viviremos en el Cielo. Lo realizamos en el ámbito de la fe, es decir, sin la fruición y el gozo; en el Cielo lo realizaremos inmersos en la visión y en la felicidad perfecta.
La oración no es, pues, algo accidental en nuestra vida; la oración es el acto cristiano por excelencia, es la preparación de nuestra eternidad, es la realización anticipada de las operaciones que realizaremos en la eternidad. (Mo 93-94)
Hace ya 43 años que el Padre María Eugenio está con Dios, viviendo feliz, gozando del Amor del Padre, unido a Jesús y enviándonos con Él al Espíritu Santo. Por fin ve a Dios y puede decir con san Agustín: "Ya conozco el don de Dios y lo que es el Cielo"
viernes, 5 de marzo de 2010
TESTIMONIOS
En el padre María-Eugenio veía a alguien que se tomaba a Dios en serio, un alma transformada en “zarza ardiente”.
Padre Vercoustre, O.P.
Querido Padre María-Eugenio:
Gracias por tu presencia en 1940: eras un simple teniente, silencioso, discreto, sonriente, radiante pero sin aureola (…) Gracias por haberte encontrado en mi camino de seminarista para animarme y enseñarme a orar.
Un sacerdote
Hay que considerar el libre Quiero ver a Dios del padre María-Eugenio del Niño Jesús como un clásico de la literatura espiritual del siglo veinte. Después de prácticamente medio siglo, sigue siendo actual. Fue escrito poco antes del Concilio Vaticano II, anticipando, por así decirlo, sus enseñanzas.
Card. Georges Cottier
Tenía una visión universal, católica en el sentido pleno de la palabra.
Padre Albert, carmelita.
Yo tenía entonces entre 11 y 13 años. (…) Crucé su mirada, y me impresionó la luz y la fuerza que irradiaba. Pensé: a un hombre como éste, hay que seguirlo o darle la espalda. Después descubrí que esta fuerza iba unida a una profunda suavidad, una bondad junto con una gran humildad.
M.J. Blanc
La oración unificaba su vida.
Padre Valentino, (padre carmelita que estuvo con el padre María Eugenio en Roma)
¿El padre María-Eugenio? Lo era todo para todos.
El electricista de Notre Dame de Vie
Padre Vercoustre, O.P.
Querido Padre María-Eugenio:
Gracias por tu presencia en 1940: eras un simple teniente, silencioso, discreto, sonriente, radiante pero sin aureola (…) Gracias por haberte encontrado en mi camino de seminarista para animarme y enseñarme a orar.
Un sacerdote
Hay que considerar el libre Quiero ver a Dios del padre María-Eugenio del Niño Jesús como un clásico de la literatura espiritual del siglo veinte. Después de prácticamente medio siglo, sigue siendo actual. Fue escrito poco antes del Concilio Vaticano II, anticipando, por así decirlo, sus enseñanzas.
Card. Georges Cottier
Tenía una visión universal, católica en el sentido pleno de la palabra.
Padre Albert, carmelita.
Yo tenía entonces entre 11 y 13 años. (…) Crucé su mirada, y me impresionó la luz y la fuerza que irradiaba. Pensé: a un hombre como éste, hay que seguirlo o darle la espalda. Después descubrí que esta fuerza iba unida a una profunda suavidad, una bondad junto con una gran humildad.
M.J. Blanc
La oración unificaba su vida.
Padre Valentino, (padre carmelita que estuvo con el padre María Eugenio en Roma)
¿El padre María-Eugenio? Lo era todo para todos.
El electricista de Notre Dame de Vie
jueves, 4 de marzo de 2010
ME PRESENTO
Hasta los 28 años me llamé Henri Grialou, después Marie Eugène de l'Enfant Jésus. Sí, ya veis soy francés, de una región que se llama Aveyron. Justo después de ordenarme sacerdote, entré en la Orden del Carmen, en Avon, Seine et Marne. Casi no la conocía, pero san Juan de la Cruz me había hecho sentir una llamada imperiosa al Carmelo. allí encontré la mejor manera de consagrarme a Dios, siguiendo la gracia que Dios había puesto en mí. La oración fue el sol de cada uno de mis días y con los santos del Carmelo aprendí a amar a Dios y vivir en relación de amor con Él. Y esto dio sentido a toda mi vida. Enseguida sentí que el tesoro del Carmelo pertenecía al mundo y no sólo a unos cuantos... y decidí poner manos a la obra, y dar a conocer la profunda vivencia espiritual que esa estela de santos carmelitas nos han enseñado, dando un marcado carácter contemplativo a la Orden. Pero sin olvidar que Dios nos da para que demos, no para que acumulemos. Acción y contemplación tenían que darse la mano.
Aquí paro por hoy mi vida... Ya me conocéis un poco... Quiero empezar enseguida a entablar diálogo con vosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, al que no conseguí llegar.
Aquí paro por hoy mi vida... Ya me conocéis un poco... Quiero empezar enseguida a entablar diálogo con vosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, al que no conseguí llegar.
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