lunes, 13 de septiembre de 2010

LA ORACIÓN: CAMINO CARMELITANO O CRISTIANO

Hoy vamos a tratar el tema de la oración tan querido por santa Teresa. Y empezaremos viendo cómo explica el Padre María-Eugenio la importancia de la oración para todo cristiano y no solamente para los o las carmelitas, partiendo de la definición de la Santa.

«La puerta para entrar en este castillo es la oración.» (santa Teresa 1M 1, 7).
Sin duda alguna, la doctrina de santa Teresa se dirige a todos los cristianos o, mejor aún, a todas las almas interiores […]
La oración se identifica con todo movimiento vital de la gracia en nuestra alma. Esa gracia es filial; su movimiento esencial es dirigirse hacia Dios […]
El camino de la oración no es un camino de perfección exclusivamente carmelitano, sino un camino que se abre, luminoso y práctico, ante todas las almas que aspiran a entrar en las profundidades de la intimidad divina, aun estando dedicadas a obras de apostolado. Santa Teresa, maestra en ciencia espiritual de oración, no es sólo la Madre del Carmelo reformado, sino la Madre de todas las almas interiores.
«No es otra cosa oración mental... sino tratar de amistad... con quien sabemos nos ama», dice la Santa; es, pues, una toma de contacto con Dios, una actualización de la unión sobrenatural que la gracia establece entre Dios y nuestra alma, o también un intercambio entre dos amores: el que Dios nos tiene y el que nosotros tenemos por él.
Dios es amor. Nos ha creado por amor, nos ha rescatado por amor y nos ha destinado a una unión más estrecha con él. Dios-Amor está presente en nuestra alma, con una presencia sobrenatural, personal, objetiva. Está en constante actividad de amor como hoguera que constantemente irradia su calor, sol que no cesa de difundir su luz, fuente siempre desbordante.
Para ir al encuentro de ese Amor que es Dios, disponemos de la gracia santificante, de la misma naturaleza que Dios; en consecuencia, amor como él. Esta gracia, que nos hace hijos suyos, es una aptitud a la unión, al intercambio o al trato íntimo con Dios, a la penetración recíproca.
Dios-Amor, siempre en acción, nos solicita y nos espera.  La orientación de este amor hacia Dios, su búsqueda amorosa, el encuentro de nuestro amor con Dios-Amor, el trato afectuoso que se establece a continuación: eso es la oración según santa Teresa […]
El trato de amistad de la oración se desarrolla entre realidades sobrenaturales que están fuera del alcanza de las facultades humanas. Sólo la fe nos las revela con certeza, pero sin disipar el misterio que las envuelve. Este trato de amistad con Dios, «con quien sabemos nos ama», se hará real gracias a la certeza de la fe, aunque a través de la oscuridad que implica. El amor de Dios para con nosotros es cierto; la toma de contacto con él por la fe es una verdad cierta, pero la penetración sobrenatural en Dios puede producirse sin dejarnos una luz, un sentimiento, una experiencia de la riqueza que de ella hemos sacado. Es cierto que el trato de amistad con Dios por la fe nos enriquece. Dios es amor siempre difusivo. Así como no se puede meter la mano en el agua sin mojarse, o en un brasero sin quemarse, así no se puede tener contacto con Dios por la fe sin participar en su infinita riqueza. La pobre mujer enferma que trataba de llegar hasta Jesús a través de la compacta muchedumbre, en las calles de Cafarnaún, se decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Llega hasta él y, por un contacto que hace estremecer al Maestro, consigue la curación deseada (Mc 5, 25-34). Todo contacto con Dios por la fe tiene la misma eficacia. Independientemente de las gracias particulares que haya podido pedir y conseguir, logra de Dios un aumento de vida sobrenatural, un enriquecimiento de la caridad. El amor acude a la oración para encontrar en ella alimento, progreso y la unión perfecta que satisface todos sus deseos.  (QV 64-66-67-68-71-72-73)