viernes, 21 de mayo de 2010

COLABORACIÓN HUMANA, INTELIGENTE Y LIBRE.


La Iglesia no es obra nuestra; la obra espiritual que se nos confía o que queremos llevar a cabo no es nuestra obra: es la obra del Espíritu Santo. La realizamos en calidad de instrumentos, en manos de un agente principal que es el Espíritu Santo.
Nuestra colaboración es instrumental, pero con todo, sigue siendo una colaboración humana.
No somos, en las manos de Dios, simples instrumentos, simples herramientas, como las que un obrero utiliza en su trabajo. Al hacernos apóstoles no renunciamos a nuestra capacidad de hombres. Nuestra cooperación instrumental sigue siendo humana, es decir, entraña el ejercicio de nuestra inteligencia, de nuestra libertad y de todas nuestras cualidades humanas. Debemos actuar con nuestra inteligencia y nuestra voluntad; Dios nos pide que las apliquemos. No quiere tener en sus manos un instrumento sin vida. La técnica moderna lo dosifica todo y llega a hacer del hombre una máquina; Dios, en cambio, nunca lo hace.
Nos ha creado hombres, nos ha dado una inteligencia, y quiere que utilicemos nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestra libertad en su servicio, en las obras más delicadas y nobles que pueda pedirnos, para que actuemos libre e inteligentemente junto con él. Quiere una colaboración inteligente y libre. ¡Es un misterio!

martes, 18 de mayo de 2010

EL CRISTIANO HABITADO POR EL ESPÍRITU

El cristiano está habitado por el Espíritu Santo. Hoy nos sentimos inclinados a distinguir a los cristianos por otros aspectos: un cristiano, diríamos, se distingue por las virtudes exteriores o por la alegría que irradia su rostro, o por otra cosa; pero la única distinción que establece san Pablo es la inhabitación del Espíritu Santo.
Y siempre que hace referencia a la moral, siempre que quiere impartir un precepto moral, trátese del respeto que debemos a nuestro cuerpo o de cómo debemos relacionarnos con el prójimo, se apoya en esta verdad fundamental: respetad vuestro cuerpo porque es templo del Espíritu Santo; respetad al prójimo, porque el prójimo, el cristiano, es santo: santo por su santidad personal, tal vez, pero santo sobre todo, porque se halla habitado por Dios, habitado por el Espíritu Santo.
Esa  presencia del Espíritu Santo en nuestra alma es una presencia activa. El Espíritu Santo es una llama, es un sol que proyecta continuamente sus rayos; es una fuente que siempre mana, es la vida de nuestra alma, la gran realidad de nuestra alma.