sábado, 3 de abril de 2010

MARÍA, ESPERANZA EN LA NOCHE


María, estás sola, ya no tienes a Jesús. entras en la noche de la fe, pero en ella alimentas serenamente la esperanza... "Stabat Mater" Permaneces en pie, en tu alma reina la calma. Nosotros venimos a tu lado para consolarte y eres tú quien nos enseñas con tu serenidad y tu paz, con la fortaleza que irradia tu actitud.

Virgen María, tú nos muestras ya desde hoy el poder y la eficacia de la palabra sustancial que Jesús pronunció ayer desde la cruz: "Ahí tienes a tu madre" Realmente tú eres nuestra madre: nosotros queremos consolarte, pero al verte no podemos ser y no queremos ser más que niños.

Virgen María, Madre nuestra del Sábado Santo, sabíamos que eras para nosotros una madre tierna y bondadosa, pero nunca te habíamos visto tan grande, tan digna, tan fuerte, y a la vez tan dolorosa.. ¡Qué lección para nosotros! Lección de esperanza y de confianza.


Tú nos enseñas cómo hay que llevar el peso del sufrimiento para que sea verdaderamente eficaz y fecundo... con una esperanza siempre viva... una esperanza cuyo único punto de apoyo sea la palabra de Dios, la palabra de Jesús y que nos permitirá entrar en el misterio pascual de la Resurrección.

viernes, 2 de abril de 2010

VIERNES SANTO: NOCHE DEL CALVARIO


Esta mañana hemos salido de nuevo a tu encuentro. Como lo haríamos con un amigo, o un hermano al que amamos y que sabemos sumido en la prueba y el dolor, te preguntamos cómo has pasado la noche. No esperamos respuesta: la noche ha sido mala, dolorosa, abrumadora.

Permítenos, oh Jesús, acompañarte a lo largo de tu camino. Permítenos, Jesús, seguir tus pasos.

Tu silencio no nos basta. Queremos penetrar en tu alma, saber lo que en ella pasa; queremos que se esclarezca el misterio de tu cruz; queremos penetrar el misterio de la Redención.

Oh Jesús, luz, camino y vida nuestra, seguimos tus pasos con todo nuestro amor, con nuestro deseo de conocerte, con nuestra necesidad de asemejarnos a ti. Enséñanos. Que la luz de tu Pasión nos ilumine, la luz que brilla en ese misterio, en esa oscuridad.


Oh Jesús, sé tú nuestro maestro. El que sigue tus huellas no caminará en las tinieblas. Confiamos que nos darás tu luz para conocerte, para amarte más, para hacernos semejantes a Ti.


Yo te adoro, Jesús crucificado, libro vivo, libro de la Pasión, libro abierto de tu triunfo y de los triunfos de la Iglesia. Enséñanos el lenguaje de tu cruz. De esa cruz que siempre será escándalo, que siempre será locura. Incluso a nosotros cristianos que queremos seguirte, nos cuesta descifrar su lenguaje y recoger sus enseñanzas: nos cuesta sobre todo, aprender a aplicarlas a la vida. Sin embargo el lenguaje de la cruz es universal.


Jesús, déjame mirarte y escuchar tu oración: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"; "Hoy estarás conmigo en el paraíso"; "He ahí a tu hijo"; "He ahí a tu Madre"; "Tengo sed"; y al final de su pecho oprimido sale un grito: "Todo está consumado. Padre en tus manos entrego mi espíritu". Es el grito del triunfo del santo, del triunfo de Cristo que ha vencido a las fuerzas del mal y que es glorificado por su Padre.




jueves, 1 de abril de 2010

LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO




Jesús amará a los suyos, a todos los cristianos, hasta el extremo; los amará desde la Eucaristía; los amará desde el sacrificio de la Misa, que se celebrará todos los día, y en la que los suyos podrán participar en su sacrificio por la comunión diaria.

Entregándose a nosotros, Jesús nos da la vida sobrenatural, la expande en nosotros, y al mismo tiempo acrecienta el potencial de esta vida espiritual y edifica la Iglesia. ¿En qué consiste esa vida que Él nos da? Esa vida es la participación, por la gracia, en su naturaleza divina. Jesús se da completamente a nosotros para que nos convirtamos en Él. Como lo hace resaltar san Agustín: Él es quien nos come. Él es quien nos recibe, nos asimila, nos hace ser Él mismo. Nos da, pues, todo lo que tiene, realizando progresivamente en nosotros la unión con Él, una semejanza de amor, una identificación con Él. Esta es la prueba suprema del amor. De esta manera, Jesús quiere elevarnos consigo hacia las cumbres, hacia la Trinidad Santa.

Hoy festejamos esta institución admirable, prodigiosa, que pareció escandalosa cuando nuestro Señor la dejó entrever después de la multiplicación de los panes.

Que suba nuestra gratitud hacia Dios nuestro Señor por haberse atrevido a crear este sacramento, por haber tenido la audacia de entregarnos su carne y su sangre a pesar del escándalo que pudo ocasionar y a pesar de las imposibilidades aparentes. Jesús lo ha desafiado todo… ha querido poner en juego toda su omnipotencia para entregarse a nosotros.

Agradezcamos a Cristo este don.

Jesús se ha querido reducir a una cosa, a una pequeña hostia. A nosotros nos toca humillarnos ante su majestad escondida. Nos toca humillarnos, purificarnos y acrecentar nuestra fe, para que este sacramento de Cristo, este don que Él hace de sí mismo, produzca su efecto pleno en nosotros.