viernes, 5 de marzo de 2010

TESTIMONIOS

En el padre María-Eugenio veía a alguien que se tomaba a Dios en serio, un alma transformada en “zarza ardiente”.
Padre Vercoustre, O.P.

Querido Padre María-Eugenio:
Gracias por tu presencia en 1940: eras un simple teniente, silencioso, discreto, sonriente, radiante pero sin aureola (…) Gracias por haberte encontrado en mi camino de seminarista para animarme y enseñarme a orar.
Un sacerdote

Hay que considerar el libre Quiero ver a Dios del padre María-Eugenio del Niño Jesús como un clásico de la literatura espiritual del siglo veinte. Después de prácticamente medio siglo, sigue siendo actual. Fue escrito poco antes del Concilio Vaticano II, anticipando, por así decirlo, sus enseñanzas.
Card. Georges Cottier

Tenía una visión universal, católica en el sentido pleno de la palabra.
Padre Albert, carmelita.

Yo tenía entonces entre 11 y 13 años. (…) Crucé su mirada, y me impresionó la luz y la fuerza que irradiaba. Pensé: a un hombre como éste, hay que seguirlo o darle la espalda. Después descubrí que esta fuerza iba unida a una profunda suavidad, una bondad junto con una gran humildad.
M.J. Blanc

La oración unificaba su vida.
Padre Valentino, (padre carmelita que estuvo con el padre María Eugenio en Roma)

¿El padre María-Eugenio? Lo era todo para todos.
El electricista de Notre Dame de Vie

jueves, 4 de marzo de 2010

ME PRESENTO

Hasta los 28 años me llamé Henri Grialou, después Marie Eugène de l'Enfant Jésus. Sí, ya veis soy francés, de una región que se llama Aveyron. Justo después de ordenarme sacerdote, entré en la Orden del Carmen, en Avon, Seine et Marne. Casi no la conocía, pero san Juan de la Cruz me había hecho sentir una llamada imperiosa al Carmelo. allí encontré la mejor manera de consagrarme a Dios, siguiendo la gracia que Dios había puesto en mí. La oración fue el sol de cada uno de mis días y con los santos del Carmelo aprendí a amar a Dios y vivir en relación de amor con Él. Y esto dio sentido a toda mi vida. Enseguida sentí que el tesoro del Carmelo pertenecía al mundo y no sólo a unos cuantos... y decidí poner manos a la obra, y dar a conocer la profunda vivencia espiritual que esa estela de santos carmelitas nos han enseñado, dando un marcado carácter contemplativo a la Orden. Pero sin olvidar que Dios nos da para que demos, no para que acumulemos. Acción y contemplación tenían que darse la mano.
Aquí paro por hoy mi vida... Ya me conocéis un poco... Quiero empezar enseguida a entablar diálogo con vosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, al que no conseguí llegar.