lunes, 17 de enero de 2011

ORAR ES DECIR "PADRE"

Hoy me propongo empezar el comentario del Padre Nuestro que hace santa Teresa en Camino de Perfección y ver lo que el PME retoma en Quiero ver a Dios.

PADRE NUESTRO
Teresa medita sobre estas palabras en el capítulo 27 que es todo él como una oración.
Primero nos enseña la manera de orar estas palabras:
"Pues, paréceos ahora que será razón que, aunque digamos vocalmente esta palabra, dejemos de entender con el entendimiento, para que se haga pedazos nuestro corazón con ver tal amor? Pues, ¿qué hijo hay en el mundo que no procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno y de tanta majestad y señorío?"

Y como toda auténtica oración cristiana, la de Teresa es Trinitaria.
Empieza dirigiéndose al Padre:

Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás!"

Pasa rápidamente al diálogo con el Hijo:

 "Oh Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera palabra? ¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? Ya que os humilláis a vos con extremo tan grande en juntaros con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y miserable (Lc 24, 35). Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos tornamos a él, como al hijo pródigo, hanos de perdonar (Lc 15, 20), hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en él no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos participantes y herederos con vos."

Y concluye con el Espíritu Santo, convencida de que no podríamos decir estas invocaciones sin su ayuda. 

"Que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés."

El PME cita estos textos en la seguna parte de Quiero ver a Dios,  en el capítulo 4, al hablar de la oración de recogimiento:

"Esta intimidad con Jesús introduce en la Trinidad, porque Jesús es nuestro mediador. Por él somos hijos del Padre, a quien podemos llamar juntamente con él: "Padre nuestro." ... Unidos al Padre y al Hijo, encontraremos, ciertamente, al Espíritu Santo, que de ellos procede."

Aunque el PME habla de las mismas realidades espirituales, notamos enseguida que añade la perspectiva teológica: la mediación de Jesús y la procedencia del Espíritu Santo.
Que estas reflexiones nos ayuden a contemplar el misterio trinitario en el que nos hace entrar el Padre Nuestro.


lunes, 20 de diciembre de 2010

NAVIDAD: DESPERTAR DEL VERBO

Ya a las puertas de esta fiesta tan entrañable, os pongo la segunda y última parte de la homilía del PME. Y os deseo que la Navidad sea para todos nosotros eso, un despertar del Verbo en nosotros, o quizás que nos despertemos nosotros para caer en la cuenta de que verdaderamente Jesús viene a nosotros y llama a nuestro corazón con la fuerza de su amor. 


La alegría profunda de la Navidad procede también de otra cosa, de una percepción espiritual interior más elevada. Llevamos a Dios en nosotros, somos los templos de la Santísima Trinidad, porque Dios vive de un modo especial en nuestra alma y por la gracia que nos da. Esta gracia que nos hace los templos de la Santísima Trinidad y nos da a Dios está íntimamente ligada a su presencia. No hacemos real esta presencia de Dios en nosotros más que por el desarrollo progresivo de la gracia.
          San Juan de la Cruz nos lo explica. La presencia de Dios es real, objetiva, pero por lo que respecta a nosotros –no en ella misma– es una relación: Dios está en todas partes, inmutable. Él no cambia, pero a nosotros nos corresponde poseerlo más o menos, hacerlo real, hacerlo nuestro y establecer con este Dios misterioso, en las profundidades del alma, relaciones cada vez más personales, operativas, transformantes... La gracia nos diviniza y, de este modo, establece entre nosotros y el Verbo relaciones cada vez más íntimas. A medida que vamos desarrollando nuestra vida espiritual, nos convertimos cada vez más en hijos de Dios. Comenzamos a percibir oscuramente esta presencia, que es una verdadera experiencia, incluso aunque no se manifieste por desbordamientos exteriores hasta los sentidos. San Juan de la Cruz nos explica que, hasta en las cumbres, la presencia de Dios sigue siendo oscura, es el Verbo dormido de la Llama de amor viva (4, 14-16). Esta imagen vuelve con frecuencia en la pluma del Santo: sueño de Dios en el alma… Verbo dormido en el alma…
            Pero a veces hay algún «recuerdo del Verbo», algún “despertar” del Verbo que hace que se precipiten hacia él todas las potencias del alma y la colme de felicidad.
           ¿Por qué no sería esta fiesta de Navidad uno de esos recuerdos? ¿Por qué, habiéndose manifestado a los pastores y a los magos, no se iba a manifestar el Verbo al alma, esposa en la que vive? […]
          La Navidad trae consigo la gran esperanza que brota de lo profundo de las venidas progresivas de Cristo a nuestras almas. Está aquí, duerme, pero a veces quizás se despierta.
          Sí, en la Iglesia, la Navidad, despertar del Verbo, sólo ocurre una vez al año; en nuestras almas, Navidad puede ser todos los días, porque todos los días Jesús se hace carne en nosotros, toma posesión de nuestras almas de una manera maravillosa, pero real. En la comunión viene y nos «come». En la oración, nos transforma de claridad en claridad hasta la semejanza perfecta con el Verbo. Nos transforma también en nuestros trabajos, porque nosotros trabajamos por amor, obramos en el amor y lo que nos transforma es el amor; no el amor sentimental, sino la caridad. Cuando me entrego, la caridad se desarrolla, el Verbo vive en mí, y cuando vuelvo al silencio que permite percibir las realizaciones, encuentro en mí al Verbo misteriosamente crecido. «Por eso, es grande negocio para el alma ejercitar en esta vida los actos de amor» (Llama 1, 15) . Vivir de un acto de amor que nos da a Dios cuando nos damos a las almas en las que Dios vive. […]
        Que la Navidad de hoy sea el despertar del Verbo que vive en nosotros, pero también un enérgico despertar de la aspiración a la unión completa, a una acción del Verbo cada vez más profundas en nuestras almas. […]
        Que esta fiesta de Navidad sea gozosa, apacible, llena de alegría desbordante, llena de agradecimiento profundo y de esperanza para nosotros y también para el mundo. No olvidemos, en nuestra alegría, al pobre mundo que no experimenta ninguna de estas cosas maravillosas y grandes.
      Tengamos piedad de las almas que sólo viven exteriormente la fiesta de Navidad, que sólo perciben de ella la armonía lejana y el calor humano, que no pueden descubrir en ella las manifestaciones divinas en lo que tienen de más profundo.
       Que esta fiesta sea causa de nuestra alegría, pero que provoque también nuestra oración por el mundo que no la conoce o apenas sospecha su verdadero significado, para que conozca la venida de Dios y la haga realidad en él. Que por nuestra oración Cristo, en su misterio, se manifieste de nuevo y se extienda en el mundo.

martes, 14 de diciembre de 2010

NAVIDAD: ALEGRÍA DE UNA PRESENCIA

HOY, 14 DE DICIEMBRE, FIESTA DE SAN JUAN DE LA CRUZ, Y A POCOS DÍAS DE LA FIESTA DE NAVIDAD, NO CREO QUE SANTA TERESA SE ENFADE, SI DEJAMOS AL PME, HABLARNOS  DE LA ALEGRÍA QUE TENÍA Y EXPRESABA SAN JUAN DE LA CRUZ EN ESTAS FECHAS.
OS PROPONGO ALGUNOS PASAJES DE UNA HOMILÍA DEL 24 DE DICIEMBRE DE 1948. LO HARÉ EN DOS PARTES, EN LAS QUE EL PME IRÁ PROFUNDIZANDO EN EL SENTIDO DE LA ALEGRÍA DE LA NAVIDAD PARA SAN JUAN DE LA CRUZ.

"Navidad contiene en sí todos los misterios: el Verbo de Dios se hace hombre. Es el comienzo de todos los demás misterios: redención, misterio de la salvación de los hombres, misterio de la Eucaristía, misterio del Cuerpo místico, de la Iglesia. Es el primer anillo de la cadena, indispensable para que los demás puedan existir y desarrollarse.
Gran alegría es el nacimiento de Dios, la llegada de Dios a la tierra, alegría de la unción de lo divino sobre lo humano. ¿Cómo no sentiríamos el entusiasmo de ver nuestra pobre naturaleza humana manchada, precaria, impregnada de divinidad, santificada por el hombre Dios?
La gracia de Navidad es la gloria de la tierra, que una humanidad haya recibido la unción divina y que, por esta unción, nuestra naturaleza haya sido elevada a la derecha del Padre para sentarnos allí, no por adopción, sino por los verdaderos derechos que le otorga el Verbo.
Sí, la Navidad es la gran alegría humana. ¡Cuánto debemos alegrarnos de ver a la misma humanidad divinizada, a un "hombre" adquirir el poder y los derechos del Maestro del universo!"

lunes, 6 de diciembre de 2010

A LA LUZ DE DIOS

Aunque hubiera querido y tenido que concluir el tema del Conocimiento de sí mismo hace ya varias semanas, no me ha sido posible. A pesar de todo lo acabo hoy, fijándonos en cómo adquirir este conocimiento para que nos sea provechoso. Dejo al PME destacar este importante punto de la doctrina teresiana:

          "Quien revela a santa Teresa la estructura del mundo interior es la acción de Dios en su alma; quien le descubre lo que ella es, el valor de las riquezas sobrenaturales y lo dañino de las tendencias es la luz de Dios. La conclusión es clara: EL ALMA APRENDE A CONOCERSE A LA LUZ DE DIOS.
Santa Teresa, pide al alma que no busque el conocimiento propio analizándose directamente, sino que se busque a la luz de Dios.
... Nada de exámenes inútilmente prolongados, ni vueltas repetidas sobre sí misma, que alimentarían las tendencias naturales tal vez melancólicas del alma y permitirían al demonio sugerir bajo color de humildad toda suerte de pensamientos paralizantes.
            Esta acción del demonio en el conocimiento de sí mismo es lo bastante importante para que la Santa la advierta en repetidas ocasiones:

«Guardaos también, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras... Todo le parece peligro lo que trata y sin fruto lo que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza, que se le caen los brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que es en los otros, en ella es mal». «La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda claramente merece estar en el infierno y se aflige y le parece con justicia todos le habían de aborrecer, y que no osa casi pedir misericordia, si es buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no querríamos vernos sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios. Esotra pena todo lo turba, todo lo alborota, toda el alma revuelve, es muy penosa. Creo pretende el demonio que pensemos tenemos humildad, y –si pudiese– a vueltas, que desconfiásemos de Dios» (CP 39, 1-2)

Bien lejos estamos aquí, casi en el polo opuesto, del egocentrismo estéril, acompañado de su cortejo de vagas ensoñaciones, de sutiles análisis, a veces de angustiosas introspecciones y de vanas ostentaciones personales, con frecuencia ridículas y siempre orgullosas.
Santa Teresa no quiere conocerse sino para mejor servir y esperar a Dios, que es amigo del orden y de la verdad. Adquirido con la luz de Dios, este conocimiento propio se desarrolla con el del mismo Dios. Y se identifica con la humildad y, tanto si explora la estructura del alma como si revela al hombre su pequeñez ante el Infinito de las grandezas divinas o su pecadora miseria, no aspira más que a hacer reinar la luz y a que triunfe la verdad. Cuando alimente en un alma la contrición dolorosa al mismo tiempo que un amor ardiente, la adoración profunda y las más elevadas aspiraciones, el sentimiento de su impotencia y las generosas resoluciones, se podrá afirmar que es verdadero: lleva la señal divina de su origen, que es paz, equilibrio, libertad y fecundidad.

domingo, 7 de noviembre de 2010

CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO

El Padre María Eugenio (que a partir de ahora lo citaremos así: PME) cita el capítulo 39,5 del Camino de Perfección de Santa Teresa en el capítulo 3 de Quiero ver a Dios que lleva justamente como título: El conocimiento de sí mismo. El pequeño texto de la Santa nos aconseja que éste, sea el objeto de nuestras preocupaciones cotidianas:

«Procurad mucho... que en principio y y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento»


El PME lo desarrolla así:

"Doble conocimiento de sí mismo que santa Teresa exige a su discípulo, a saber: un cierto conocimiento psicológico del alma y un conocimiento que podemos denominar espiritual, y que se apoya en el valor del alma ante Dios."

CONOCIMIENTO PSICOLÓGICO
El PME piensa que ayudó mucho a santa Teresa en su vida espiritual, conocer la distinción de las facultades y la actividad propia de cada una. También el distinguir en el alma una región más exterior (imaginación y entendimiento) y ordinariamente más agitada, y otra región más interior y más tranquila (inteligencia propiamente dicha, voluntad y la esencia del alma) porque Dios puede actuar en la región más interior aunque la más exterior esté agitada. Importante para saber la actitud interior que se debe tener en la contemplación. "No es bien que por los pensamientos nos turbemos" concluirá santa Teresa.

CONOCIMIENTO ESPIRITUAL Le vamos a dar la palabra directamente al PME:
      "El espiritual necesita algunas nociones psicológicas para evitar sufrimientos y dificultades; sin embargo, le importa mucho más tener el conocimiento que llamamos espiritual, y que le revela lo que él es ante Dios, las riquezas sobrenaturales de las que está adornado, las tendencias perversas que le obstaculizan su movimiento hacia Dios.
       Si el conocimiento psicológico es útil para la perfección, el conocimiento espiritual forma parte de la misma, pues alimenta la humildad y se confunde con ella.
        Sólo bajo la luz de Dios podemos explorar ya el triple dominio de este conocimiento espiritual de sí mismo:
        
        a) Lo que somos ante Dios
Dios es amigo del orden y de la verdad, dice santa Teresa. El orden y la verdad exigen que nuestras relaciones con Dios se basen en lo que él es y en lo que somos nosotros.
Dios es el Ser infinito, nuestro Creador. Nosotros somos seres finitos, criaturas suyas, que dependemos en todo de él.
Este doble conocimiento del todo de Dios y de la nada del hombre es fundamental para la vida espiritual, se desarrolla con ella y constituye la perfección en su grado más eminente. Dicho conocimiento crea en el alma una humildad básica que nada podrá perturbar, y la pone en una actitud de verdad que atrae todos los dones de Dios.

Con esta doble luz encuentra la Santa ese profundo respeto a Dios, ese conmovedor temor de humilde servidora de su Majestad y ese horror al pecado, que tan bien se alían con los ardores y con los impulsos de su amor audaz de hija y de esposa. Esta ciencia del Infinito, expresada a veces en términos enérgicos, inspira todas sus actitudes, se revela en sus juicios y sus consejos y consigue que de su alma se eleve siempre ese perfume suave de la humildad sencilla y profunda, libre y sabrosa, que es uno de sus más sobrecogedores encantos.

b) Riquezas sobrenaturales
Insignificante criatura ante Dios y con frecuencia sublevada, ha sido hecha, con todo, a imagen de Dios y ha recibido una participación de la vida divina. Es hija de Dios y capaz de realizar las operaciones divinas de conocimiento y amor, y está llamada a ser perfecta como lo es su Padre del cielo.
      Santa Teresa pide que no se rebajen en modo alguno estas verdades que constituyen la grandeza del alma.
     Así la Santa no duda en emplear las más brillantes comparaciones para darnos una idea del «gran valor» , de la sublime dignidad de la belleza del alma, que es «el palacio adonde está el Rey» . El alma es «como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal» . Dios hace de ella un cristal resplandeciente de claridad, un «castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental, este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas de la vida que es Dios» . «No hallo yo –añade– cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad» .
       El cristiano tiene que conocer su dignidad y en modo alguno ignorar el valor de las gracias especiales que ha recibido
          
      c) Tendencias malsanas
En este castillo interior iluminado por la presencia de Dios, junto a las riquezas sobrenaturales santa Teresa descubre una muchedumbre de «culebras y víboras y cosas emponzoñosas».
          Estos reptiles representan las fuerzas del mal instaladas en el alma, las tendencias malsanas, consecuencia del pecado original. Tales tendencias son fuerzas temibles que no pueden menospreciarse. Justamente, constituyen uno de los objetos más importantes del conocimiento de sí mismo.
         El conocimiento propio no tendrá ámbito más complejo y más variable, más doloroso y, al mismo tiempo, más útil que conocer que estas tendencias malsanas, que todas las almas tienen, que han hecho gemir a los santos y que nos recuerdan sin cesar nuestra miseria, nos provocan a un combate incesante."








lunes, 1 de noviembre de 2010

SANTIDAD PARA LA IGLESIA

En este día tan bonito de Todos los santos, vengo a traeros de nuevo las palabras de Santa Teresa y del Padre María Eugenio para que nos animemos nosotros también a dejar al Espíritu Santo tomar posesión de nosotros, a hacernos santos. Si así lo hacemos, seremos glorificados para la Iglesia. Nuestra unión con Dios será tal que llegará a someterse a nuestra voluntad. así lo dice santa Teresa:

"Y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces, como dicen, y cumplir él lo que ella le pide, como ella hace lo que él la manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de querer." (C P 32, 12)

Y así lo explica el Padre María Eugenio en Quiero ver a Dios (p. 1205-1206)

"El apóstol es el amigo del Maestro. Es una verdadera amistad con todo el afecto y también el respeto mutuo que comporta. El alma está del todo disponible entre las manos de Dios, y el mismo Dios se somete a la voluntad del alma...
Impulsos de delicadeza, juegos admirables del amor que no tiene deseo más ardiente que el de fundir su voluntad con la de aquel a quien ama. Éste es el verdadero amor que Dios nos tiene y el que nosotros debemos tenerle.
Por eso el Espíritu de Jesús, que ha venido no para ser servido sino para servirnos , después de haber conquistado a sus apóstoles por el amor, desaparece espontáneamente tras la personalidad y la acción de sus apóstoles. El amor se hace humilde, incluso cuando es todopoderoso, para exaltar a quienes ama.
      El apóstol, lo mismo que Cristo, es glorificado por el Espíritu de amor que le posee. Su personalidad humana queda exaltada y engrandecida por la presencia y la acción del Espíritu. Sus sentidos son purificados, su inteligencia se hace más aguda, su voluntad se afianza, se establece todo un equilibrio humano, se vuelve a encontrar cierto don de integridad bajo la influencia misteriosa de la presencia divina. Los pescadores de Galilea se convierten en apóstoles que recorren el mundo y transforman el imperio romano. Los dones naturales de Saulo, el joven y brillante fariseo, son elevados hasta la altura del genio de Pablo, el apóstol universal. Se puede dudar que esté en poder del hombre llegar a ser un superhombre, obsesión de su orgullo, pero es cierto que la acción del Espíritu Santo lo consigue en cada época en los santos que él ha escogido. Basta con mirar, para darse cuenta de ello, a san Benito, a san Francisco de Asís, a santo Domingo, a santa Teresa, a san Juan de la Cruz, a san Vicente de Paúl y a tantos otros, modelos perfectos de un siglo, de una civilización cuyas más elevadas cualidades y más bello ideal encarnan perfectamente.
      De un modo especial en su obra común, el Espíritu Santo glorifica a los instrumentos que ha escogido. El Espíritu Santo se hace humilde con los santos, para glorificarlos. Inspirador de la obra por su luz, agente eficaz por su omnipotencia, se oculta bajo los rasgos humanos del apóstol."  

domingo, 24 de octubre de 2010

ESTE AÑO: CAMINO DE PERFECCIÓN

              Después de más de un mes de silencio, sumergida por el trabajo y el cambio de casa, vuelvo a las letras. Y esta vez para deciros que este año, la familia carmelitana y todos los que quieran trabajaremos Camino de Perfección de Santa Teresa, para preparar 2015 .
              El primer texto que cita el Padre María Eugenio del Camino de Perfección, en su obra Quiero ver a Dios, es el capítulo 28, 2:
             "Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo.

Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha menester para hablar con su Padre eterno ir al cielo, ni para regalarse con él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí".

           Teresa, ante el fracaso de intentar irse a tierras de moros para ser decapitada y poder ir al cielo para ver a Dios y estar con Él "para siempre, siempre siempre", sigue buscando... y encuentra, como promete el Evangelio. "Dios está en mí"  Ya no necesita esperar al cielo, desde ahora puede relacionarse con su Dios como su hija. La presencia de Dios en el alma es la verdad fundamental para Teresa y para el Padre María Eugenio.
El Padre María Eugenio nos explica esta presencia:

           "Lo que, en primer lugar, destaca y señala santa Teresa en la visión inicial del Castillo interior es la presencia de Dios en el centro, en las séptimas moradas. Dios es la sublime realidad del castillo y todo su esplendor; la vida del alma, el manantial que la fecunda, sin el que perdería toda su «frescura y fruto» , el sol que la ilumina y con el que vivifica sus obras.
          Por otra parte, el alma fue creada por Dios; no es otra cosa el alma sino el «paraíso» de Dios .
         La presencia de Dios en el castillo no es un símbolo, una creación de la imaginación, sino una realidad. Santa Teresa tiene la certeza de que Dios vive verdaderamente en el alma.
Dios está presente en el alma del justo según dos modelos que se complementan y que llamaremos «presencia activa de inmensidad» y «presencia objetiva.»
PRESENCIA ACTIVA DE INMENSIDAD
Dios, el ser infinito, creó todas las cosas y, mediante una acción continua, tiene que sostener a su criatura para mantenerla en la existencia. Si Dios cesara un solo instante en esta acción conservadora –llamada creación continuada–, la criatura caería en la nada.
Dios creó y sostiene todas las cosas por el poder de su Verbo. «Todo tiene en él consistencia», dice el Apóstol . Dios está, pues, presente ante todo por su potencia activa.
A tal presencia activa, que implica la presencia real de la esencia, se la conoce con el término genérico de presencia de inmensidad.
      Dios está, en consecuencia, presente sustancialmente en el alma justa, a la que comunica el ser natural y la vida sobrenatural de la gracia. Nos sostiene, no como una madre sostiene y lleva a su hijo en sus brazos, sino que nos penetra y nos envuelve. No hay un átomo de nuestro ser donde no esté, ni un movimiento de nuestros miembros o de nuestras facultades que no anime. Está en torno nuestro, en nosotros y hasta en las regiones más íntimas y profundas de nuestra misma alma. Dios es el alma de nuestra alma, la vida de nuestra vida, la suprema realidad en la que estamos como inmersos y que penetra de su presencia activa y de su vivificante poder todo lo que tenemos y lo que somos: «En él vivimos, nos movemos y existimos»

         PRESENCIA OBJETIVA
       La actividad divina de la presencia de inmensidad sostenía y enriquecía al alma, pero la dejaba pasiva bajo sus dones. Creaba, entre Dios y el alma, relaciones de Creador con criatura.
         Por el contrario, la gracia confiere al alma facultad de reaccionar bajo los dones de Dios, de retornar hacia él, conocerle directamente como él se conoce, amarle como él se ama, abrazarle como a padre. Establece, entre el alma y Dios, relaciones recíprocas de amistad, relaciones filiales.
         Por la presencia de inmensidad Dios colmaba al alma, pero estaba en ella como un extraño. Al alma enriquecida con la gracia, Dios se entrega a sí mismo como amigo y como padre. Por la presencia de inmensidad Dios revelaba indirectamente, por medio de sus obras, su presencia y su naturaleza. Al alma convertida en su hijo por la gracia, Dios le descubre su vida íntima, su vida trinitaria y le hace entrar en ésta como verdadera hija, para hacerla partícipe de ella.
       A estas nuevas relaciones creadas por la gracia corresponde un nuevo modo de presencia divina, que llamaremos presencia objetiva, porque a Dios se le siente en ella directamente como objeto de conocimiento y de amor
          La Escritura nos habla, con una precisión y encanto que nos revelan su intimidad, del misterio de esta inhabitación sustancial de Dios en el alma, de la actividad del amor que en ella despliega, de las relaciones entre el alma y Dios que de allí se derivan: «¿No sabéis –escribe san Pablo a los Corintios– que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?». «La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.» San Juan destaca una expresión de nuestro Señor en el discurso después de la Cena: «Si alguno me ama, el Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» ".


lunes, 13 de septiembre de 2010

LA ORACIÓN: CAMINO CARMELITANO O CRISTIANO

Hoy vamos a tratar el tema de la oración tan querido por santa Teresa. Y empezaremos viendo cómo explica el Padre María-Eugenio la importancia de la oración para todo cristiano y no solamente para los o las carmelitas, partiendo de la definición de la Santa.

«La puerta para entrar en este castillo es la oración.» (santa Teresa 1M 1, 7).
Sin duda alguna, la doctrina de santa Teresa se dirige a todos los cristianos o, mejor aún, a todas las almas interiores […]
La oración se identifica con todo movimiento vital de la gracia en nuestra alma. Esa gracia es filial; su movimiento esencial es dirigirse hacia Dios […]
El camino de la oración no es un camino de perfección exclusivamente carmelitano, sino un camino que se abre, luminoso y práctico, ante todas las almas que aspiran a entrar en las profundidades de la intimidad divina, aun estando dedicadas a obras de apostolado. Santa Teresa, maestra en ciencia espiritual de oración, no es sólo la Madre del Carmelo reformado, sino la Madre de todas las almas interiores.
«No es otra cosa oración mental... sino tratar de amistad... con quien sabemos nos ama», dice la Santa; es, pues, una toma de contacto con Dios, una actualización de la unión sobrenatural que la gracia establece entre Dios y nuestra alma, o también un intercambio entre dos amores: el que Dios nos tiene y el que nosotros tenemos por él.
Dios es amor. Nos ha creado por amor, nos ha rescatado por amor y nos ha destinado a una unión más estrecha con él. Dios-Amor está presente en nuestra alma, con una presencia sobrenatural, personal, objetiva. Está en constante actividad de amor como hoguera que constantemente irradia su calor, sol que no cesa de difundir su luz, fuente siempre desbordante.
Para ir al encuentro de ese Amor que es Dios, disponemos de la gracia santificante, de la misma naturaleza que Dios; en consecuencia, amor como él. Esta gracia, que nos hace hijos suyos, es una aptitud a la unión, al intercambio o al trato íntimo con Dios, a la penetración recíproca.
Dios-Amor, siempre en acción, nos solicita y nos espera.  La orientación de este amor hacia Dios, su búsqueda amorosa, el encuentro de nuestro amor con Dios-Amor, el trato afectuoso que se establece a continuación: eso es la oración según santa Teresa […]
El trato de amistad de la oración se desarrolla entre realidades sobrenaturales que están fuera del alcanza de las facultades humanas. Sólo la fe nos las revela con certeza, pero sin disipar el misterio que las envuelve. Este trato de amistad con Dios, «con quien sabemos nos ama», se hará real gracias a la certeza de la fe, aunque a través de la oscuridad que implica. El amor de Dios para con nosotros es cierto; la toma de contacto con él por la fe es una verdad cierta, pero la penetración sobrenatural en Dios puede producirse sin dejarnos una luz, un sentimiento, una experiencia de la riqueza que de ella hemos sacado. Es cierto que el trato de amistad con Dios por la fe nos enriquece. Dios es amor siempre difusivo. Así como no se puede meter la mano en el agua sin mojarse, o en un brasero sin quemarse, así no se puede tener contacto con Dios por la fe sin participar en su infinita riqueza. La pobre mujer enferma que trataba de llegar hasta Jesús a través de la compacta muchedumbre, en las calles de Cafarnaún, se decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Llega hasta él y, por un contacto que hace estremecer al Maestro, consigue la curación deseada (Mc 5, 25-34). Todo contacto con Dios por la fe tiene la misma eficacia. Independientemente de las gracias particulares que haya podido pedir y conseguir, logra de Dios un aumento de vida sobrenatural, un enriquecimiento de la caridad. El amor acude a la oración para encontrar en ella alimento, progreso y la unión perfecta que satisface todos sus deseos.  (QV 64-66-67-68-71-72-73)

sábado, 4 de septiembre de 2010

V CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SANTA TERESA DE JESÚS

He estado pensando un tema que orientara un poco la elección de los textos del Padre María-Eugenio que podríamos compartir durante este trimestre... Puesto que la Orden del Carmen propone trabajar las obras de santa Teresa como preparación a la celebración del V Centenario de su nacimiento (1515-2015) la he escogida a ella como hilo conductor. La propuesta es trabajar cada año una obra. Este primer año Vida. Como ya pronto se acaba le dedicaremos este trimestre. Veremos semana tras semana, textos de esta obra que más influencia han tenido en el P. María-Eugenio.  Os aconsejo que además de leer el comentario del Padre María-Eugenio leáis las citas a las que hace alusión. Empezamos.
El P. María-Eugenio tomó como guía de su Obra "Quiero ver a Dios" a Santa Teresa de Jesús. De hecho el título, además de ser el grito de Teresa niña (Vida 1, 5), es como el resumen de toda su vida. Y su amor de la oración está basado en este deseo que no pudo realizar de una sola vez, pero que la vida de oración le permitió hacerlo realidad sin necesidad de esperar a estar en el Cielo.  Así nos lo comenta el Padre:

Teresa no era más que una niña cuando arrastró a su hermano Rodrigo hacia tierra de moros con la esperanza de que los «descabezasen». Los dos fugitivos fueron encontrados por un tío suyo, que los devolvió a la casa paterna. Teresa, la más joven de los dos niños, pero jefe de la expedición, responde a sus padres inquietos, que se preguntaban por el motivo de la huida: «Me he marchado porque quiero ver a Dios, y para verle hay que morirse.» Expresión de niño que revela ya su alma y anuncia el tormento dichoso de su vida (QVD 31)
Hacia esta visión de Dios, comenzada aquí en la tierra en la fe viva y realizada perfectamente en el cielo, se dirigían las aspiraciones de santa Teresa cuando decía: «Quiero ver a Dios.» El deseo de embeberse en el océano infinito lo antes posible, con todas las potencias de su ser, y de este modo unirse perfectamente a él, arrebató su alma y dio a su espiritualidad su fuerza y su dinamismo, su dirección y su meta. Teresa de Ávila interpela y arrastra en torno suyo a las almas que tienen sed de Dios y que aceptan entregarse totalmente a él para ser transformadas por su amor y cumplir su voluntad. Esta primacía de Dios, que se manifiesta por la búsqueda constante de la unión perfecta con él, domina la espiritualidad teresiana y constituye uno de sus caracteres esenciales. (QVD 45-46)

lunes, 23 de agosto de 2010

¿CÓMO VA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN DEL PADRE MARÍA EUGENIO?

De vuelta de Notre Dame de Vie retomo el blog. Y lo hago con la causa de beatificación del Padre María-Eugenio porque ha avanzado un poquito. YA FALTA MENOS. Os cuento.

La causa del Padre María-Eugenio se abrió en 1985. El Arzobispo de la Diócesis de Avignon, Raymond Bouchex, formó un tribunal eclesiástico y una comisión de expertos. El resultado de todos los trabajos fueron 25000 páginas de documentos y testimonios que fueron enviados en 1994 a Roma, a la Congregación para la Causa de los Santos que redactó la Positio que contiene una Biografía muy documentada y todos los elementos necesarios para comprobar las virtudes heróicas, es decir la santidad del Padre María-Eugenio. Esta Positio se terminó en el año 2000. Tenía que ser estudiada en primer lugar por un grupo de teólogos. Y aquí es donde hemos avanzado. La comisión de teólogos de la Congregación, ha dado el voto favorable el 14 de julio, es decir, ha reconocido las virtudes heróicas del Padre María-Eugenio. Ahora la Positio tiene que ser estudiada por un grupo de cardenales de la Congregación que la presentarán posteriormente al Papa, quien le declarará, si Dios quiere, VENERABLE. Esto último podría tener lugar alrededor de Navidad. Así que intensifiquemos nuestra oración. Os propongo que digamos la oración para la beatificación todos los días. Os la pongo:

Señor Dios, Padre Nuestro,
te damos gracias porque nos has dado
al padre María-Eugenio del Niño Jesús.
Su vida es un testimonio luminoso
de unión a Cristo,
de docilidad al Espíritu Santo
y de confianza filial en la Virgen María.
Nos revela la riqueza de tu Amor,
nos enseña cómo vivir cada día
en tu presencia por la fe
y cómo perseverar en la oración silenciosa,
para ser testigos de tu vida divina.
Concédenos la gracia que te pedimos
por su intercesión (...)
Y, si esa es tu voluntad,
permite que la Iglesia reconozca su santidad
para que dé frutos abundantes en el mundo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

(Con licencia eclesiástica del Arzobispo de Aviñón) 

martes, 3 de agosto de 2010

VACACIONES

Hola a todos:

Creo que ya os habéis dado cuenta de que estoy de vacaciones y me es difícil entrar en internet; así que por el momento no podré poner nada. Que descanséis mucho vosotros también y que aprovechéis para acercaros un poquito más a Dios durante este tiempo de descanso, como lo aconsejaba el Padre María Eugenio, en particular cerca de la naturaleza. Pido por todos a Notre Dame de Vie y ante la tumba del Padre María Eugenio. Hasta pronto.

martes, 22 de junio de 2010

¡SOY SACERDOTE! SACERDOTE PARA LA ETERNIDAD.

El sábado 4 de febrero de 1922, en la sala grande del Seminario de Rodez, que sirvió de capilla ese día, Enrique Grialou (futuro padre María-Eugenio) y seis seminaristas más, son ordenados sacerdotes.  Aquella misma tarde es elegido para decir unas palabras de agradecimiento en su nombre y en nombre de sus compañeros. Preciosa y profunda meditación que conservamos y que expresa todo su amor a Cristo, su deseo de identificarse con Él y por último, ¡cómo podría ser de otra manera!, todo su amor a María.
Supongo que se trata de este texto el que me piden en un comentario. Os lo pongo.

"¡ Soy sacerdote, sacerdote para la eternidad! Esta palabra es toda mi meditación. Hoy no me canso de repetirla, casi sin poder creérmela; me produce una impresión cada vez más profunda, una nueva dicha. ¡Soy sacerdote! Esta palabra me invade, me colma, y por hoy no quisiera escuchar nada más. ¡Soy sacerdote! Mi sueño tan anhelado se ha hecho realidad.
¡Esta mañana, el obispo me ha impuesto las manos, ha consagrado mis manos, y eres Tú, oh Jesús, Sacerdote Supremo! Me has tomado y elevado hasta Ti, me has identificado contigo dándome los poderes de tu sacerdocio. Mañana pronunciaré la fórmula sacramental y vendrás a mi voz, y te tendré en mis manos, te daré, Jesús, serás mío mañana y todos los días de mi vida. [...]
Adoro tu acción misteriosa, Jesús, Sacerdote Supremo, vivo e identificado a mi persona, y ante la obscuridad de este misterio más bella que todas nuestras luces, en primer lugar, te ofrezco la alabanza silenciosa del temor que me envuelve y de esta paz profunda con la que me has inundado. [...] Me quieres asociar a tu sacrificio. Quieres que yo mismo sea una hostia, me ofrezco a Ti para todo lo que quieras, tanto para la paz y la alegría como para la obscuridad y el sufrimiento. Pero enséñame a ser como Tú, a permanecer dócil a todos tus deseos divinos.
Y puesto que mi oración tiene que ser para Ti testimonio de mi agradecimiento, te la hago llegar, poderosa por toda la autoridad de mi Sacerdocio, ardiente y universal. [...]
Y a ti, oh María... te lo debo todo, pues me has guiado y hecho cuanto soy. Te lo daré pues todo, y en especial mi corazón lleno de alegría. Contempla tu obra. Mi felicidad es hoy la tuya, ya que eres mi Madre y que, sacerdote, quiero más que nunca seguir siendo hijo tuyo."




domingo, 13 de junio de 2010

Fin del Año sacerdotal

El viernes pasado, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, terminó el Año Sacerdotal. Durante este año, los que seguimos creyendo en el sacerdocio, hemos rezado mucho por ellos porque lo necesitan, pero sobre todo porque la Iglesia los necesita. 
El Año Sacerdotal se ha acabado, pero no deben cesar nuestras oraciones. 
Os comparto la última Revista del  Padre María Eugenio, dedicada en su totalidad al tema del sacerdocio. Sólo tenéis que pinchar en el enlace Revista Padre María Eugenio.   

jueves, 3 de junio de 2010

INFLUENCIA TRANQUILIZANTE

Nos acercamos a la fiesta del Corpus Christi, tan celebrada en España. La devoción y agradecimiento del Padre María Eugenio hacia Jesús Sacramentado, Jesús Eucaristía es bien conocida de todos. Estamos hechos para unirnos con Dios y aquí en la tierra, nada nos puede unir más y mejor con Él que la Eucaristía. Pero el Padre María Eugenio también ha experimentado esa paz que su sola presencia aporta. Por eso nos la propone como ayuda en la oración.

No se puede olvidar la influencia tranquilizante de la Eucaristía, de "Jesús sacramentado" como se dice acertadamente en algunos idiomas. La comunión eucarística puede producir efectos físicos, y la experiencia demuestra que la sola cercanía de Jesús Sacramentado, la entrada en una iglesia donde él está, producen efectos sensibles de apaciguamiento interior. Luego basta hacer de vez en cuando actos de fe en la presencia divina, mirar fijamente al sagrario o simplemente dirigir hacia él la mirada para que estos efectos de apaciguamiento perduren. No es el momento de indagar si estos efectos tienen una causa únicamente sobrenatural, nos basta señalarlos para que la persona, en busca de recogimiento, se sirva de la cercanía de Jesús Sacramentado.

martes, 25 de mayo de 2010

LA TRINIDAD ES NUESTRA FAMILIA

Dijo Jesús: (cf. Jn 14 y 16): «Mirad a vuestro Padre, id hacia Él, vivid bajo su luz. ¿Por qué? Porque vuestro Padre os ama. El amor del Padre os envuelve. A cada instante nos mira con amor. Voy al Padre. Vengo de él y vuelvo a él. Seguidme, o más bien no me dejéis: puesto que vivís conmigo, venid conmigo al Padre».
Nuestro Señor nos ha dado testimonio de su amor al Padre, del amor que el Padre tiene por Él. Nos dice: Os aseguro que os ama.
¡Qué fuente de consuelo y de alegría! No estamos nunca solos. Tenemos experiencia de ello, tenemos sobre todo la palabra de Nuestro Señor: os ama… El Espíritu Santo que habita en nuestras almas ora así: ¡Abba, Padre! Es Espíritu filial que nos hace volver hacia el Padre. El Espíritu habita en nuestras almas para hacernos penetrar en la intimidad de la Trinidad. Jesús, por la vida que derrama, quiere que nos identifiquemos con Él, quiere hacernos entrar en la Trinidad. En ella, Él habita como Hijo, y nosotros entraremos como hijos adoptivos, por medio de la gracia.
La Trinidad es nuestra familia, de la que ya formamos parte por la fe. ¡Qué luminosa oscuridad! Jesús dijo: «Nos manifestaremos». Promesa segura de nuestro Señor, vida de nuestra gracia bautismal, que hacemos realidad por la fe (I 1-5-66; 13-6-65).


Os comparto esta pequeña explicación de la imagen de la Trinidad de la hermana Cáritas Müller que he puesto y que me gusta mucho.

"La Trinidad Misericordiosa" nos remite al carácter trinitario de Dios en su relación con el ser humano: el Padre, en el círculo a la derecha, se vuelve hacia nosotros, nos acoge y abraza, oye nuestras súplicas y nos envía; en el círculo de la izquierda está el Hijo, que asumiendo nuestra frágil condición, viene a nosotros y nos manifiesta, en el servicio al prójimo, su inmenso amor; arriba: el Espíritu Santo, que nos alienta, abre nuestros ojos y nos muestra nuestra misión actual. En el centro, hay una figura humana que nos representa a todos que, con nuestras fragilidades y miserias, nuestros problemas y limitaciones, siempre somos amparados y abarcados por la misericordia divina".


domingo, 23 de mayo de 2010

TODO CRISTIANO TIENE DERECHO...

¡Ya vino! Porque estoy segura de que le habéis llamado.
Os pongo el último texto, por ahora, del Espíritu Santo. Que tengamos un bonito, sencillo y profundo Tiempo Ordinario, donde vivamos el día a día de nuestra vocación con paz y alegría porque sabemos con quien podemos estar seguros de contar.


Todo cristiano, por el hecho de tener una función, posee un derecho estricto a la asistencia del Espíritu Santo, para cumplir perfectamente las funciones que le son confiadas. Esta asistencia del Espíritu Santo puede darse sin que vaya acompañada de dones extraordinarios, únicamente con el organismo de la gracia que hemos recibido en el bautismo.

El apostolado perfecto exige esta asistencia del Espíritu Santo. El apostolado es una colaboración; no una colaboración exterior que se limite a un momento o a un acto particular, sino una colaboración constante. La función del apostolado que tenemos que cumplir en la Iglesia, entendida de este modo, es decir, como realización de los deberes propios de nuestro estado, es una función constante. En consecuencia, tenemos derecho a esta asistencia del Espíritu Santo; podemos recibirla y Dios nos la concederá ciertamente si nos hacemos merecedores de ella.
Para obtenerla, lo primero que se necesita es desearla... La primera preocupación del apóstol, a semejanza del obrero que pone manos a la obra, ha de consistir en prepararse para llegar a ser un apóstol perfecto, en asegurar esa colaboración. El primer deber no ha de ser necesariamente el de obrar; aunque sin duda ha de hacerlo, pero el primero de sus deberes ha de ser obrar bien, desarrollar su gracia y su unión con Cristo, a fin de que su acción sea realmente valiosa y eficaz, para que sea en verdad la acción de un apóstol, es decir, una colaboración íntima.

viernes, 21 de mayo de 2010

COLABORACIÓN HUMANA, INTELIGENTE Y LIBRE.


La Iglesia no es obra nuestra; la obra espiritual que se nos confía o que queremos llevar a cabo no es nuestra obra: es la obra del Espíritu Santo. La realizamos en calidad de instrumentos, en manos de un agente principal que es el Espíritu Santo.
Nuestra colaboración es instrumental, pero con todo, sigue siendo una colaboración humana.
No somos, en las manos de Dios, simples instrumentos, simples herramientas, como las que un obrero utiliza en su trabajo. Al hacernos apóstoles no renunciamos a nuestra capacidad de hombres. Nuestra cooperación instrumental sigue siendo humana, es decir, entraña el ejercicio de nuestra inteligencia, de nuestra libertad y de todas nuestras cualidades humanas. Debemos actuar con nuestra inteligencia y nuestra voluntad; Dios nos pide que las apliquemos. No quiere tener en sus manos un instrumento sin vida. La técnica moderna lo dosifica todo y llega a hacer del hombre una máquina; Dios, en cambio, nunca lo hace.
Nos ha creado hombres, nos ha dado una inteligencia, y quiere que utilicemos nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestra libertad en su servicio, en las obras más delicadas y nobles que pueda pedirnos, para que actuemos libre e inteligentemente junto con él. Quiere una colaboración inteligente y libre. ¡Es un misterio!

martes, 18 de mayo de 2010

EL CRISTIANO HABITADO POR EL ESPÍRITU

El cristiano está habitado por el Espíritu Santo. Hoy nos sentimos inclinados a distinguir a los cristianos por otros aspectos: un cristiano, diríamos, se distingue por las virtudes exteriores o por la alegría que irradia su rostro, o por otra cosa; pero la única distinción que establece san Pablo es la inhabitación del Espíritu Santo.
Y siempre que hace referencia a la moral, siempre que quiere impartir un precepto moral, trátese del respeto que debemos a nuestro cuerpo o de cómo debemos relacionarnos con el prójimo, se apoya en esta verdad fundamental: respetad vuestro cuerpo porque es templo del Espíritu Santo; respetad al prójimo, porque el prójimo, el cristiano, es santo: santo por su santidad personal, tal vez, pero santo sobre todo, porque se halla habitado por Dios, habitado por el Espíritu Santo.
Esa  presencia del Espíritu Santo en nuestra alma es una presencia activa. El Espíritu Santo es una llama, es un sol que proyecta continuamente sus rayos; es una fuente que siempre mana, es la vida de nuestra alma, la gran realidad de nuestra alma.

jueves, 13 de mayo de 2010

Un 13 de mayo ¿cómo no pensar en la relación de María con el Espíritu Santo? Ella fue sin duda su mejor y más incondicional colaboradora. Por eso la llamamos: ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO.

NECESITA NUESTRA COLABORACIÓN

El Espíritu Santo no es solamente alguien a quien servimos; no es una estatua a la que rendimos nuestro homenaje, ni un gran maestro que saludamos de lejos, cuya influencia no sentimos y que en realidad no se interesa por nosotros ni por el trabajo que se nos ha encomendado. No, él es el arquitecto, el constructor y el obrero: el trabajo que se nos pide es un trabajo de colaboración.
Esta colaboración es, en primer lugar, una colaboración necesaria. Jesús sube al Cielo y deja en la tierra a sus apóstoles para que construyan la Iglesia. Les pide que trabajen, y ese trtabajo de los apóstoles, que luego será el trabajo de todo apóstol, de todo cristiano en la construcción de la Iglesia, es una colaboración necesaria e indispensable.
No pensemos que es Espíritu Santo es lo bastante grande, lo bastante poderoso como para arreglárselas solo. Tiene necesidad de nosotros. Una de las leyes de la acción de Dios, incluso en el plano sobrenatural, consiste en no hacer nada por sí solo, en obrar contando siempre con la colaboración humana.
Acudamos a un ejemplo, el más importante, el de la Encarnación. El Verbo ha de encarnarse, ha de hacerse hombre para vivir en medio de nosotros. Es un prodigio absolutamente maravilloso que el Verbo se encarne, se haga hombre. Y para realizar este prodigio, ¿qué hace Dios? Pide la colaboración humana.
Podría parecer más honroso que Dios se hubiera encarnado dándose una humanidad creada por él mismo; no le habría sido difícil hacerlo; le bastaba decir: "Hágase." Pero Dios no hizo eso, sino que solicitó por medio del arcángel Gabriel la colaboración de la Virgen María, colaboración efectiva y maternal en el más pleno sentido de la palabra... María hubiera podido detener la realización del plan divino.
Esta colaboración necesaria nos sitúa ante nuestras responsabilidades.