domingo, 24 de octubre de 2010

ESTE AÑO: CAMINO DE PERFECCIÓN

              Después de más de un mes de silencio, sumergida por el trabajo y el cambio de casa, vuelvo a las letras. Y esta vez para deciros que este año, la familia carmelitana y todos los que quieran trabajaremos Camino de Perfección de Santa Teresa, para preparar 2015 .
              El primer texto que cita el Padre María Eugenio del Camino de Perfección, en su obra Quiero ver a Dios, es el capítulo 28, 2:
             "Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo.

Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha menester para hablar con su Padre eterno ir al cielo, ni para regalarse con él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí".

           Teresa, ante el fracaso de intentar irse a tierras de moros para ser decapitada y poder ir al cielo para ver a Dios y estar con Él "para siempre, siempre siempre", sigue buscando... y encuentra, como promete el Evangelio. "Dios está en mí"  Ya no necesita esperar al cielo, desde ahora puede relacionarse con su Dios como su hija. La presencia de Dios en el alma es la verdad fundamental para Teresa y para el Padre María Eugenio.
El Padre María Eugenio nos explica esta presencia:

           "Lo que, en primer lugar, destaca y señala santa Teresa en la visión inicial del Castillo interior es la presencia de Dios en el centro, en las séptimas moradas. Dios es la sublime realidad del castillo y todo su esplendor; la vida del alma, el manantial que la fecunda, sin el que perdería toda su «frescura y fruto» , el sol que la ilumina y con el que vivifica sus obras.
          Por otra parte, el alma fue creada por Dios; no es otra cosa el alma sino el «paraíso» de Dios .
         La presencia de Dios en el castillo no es un símbolo, una creación de la imaginación, sino una realidad. Santa Teresa tiene la certeza de que Dios vive verdaderamente en el alma.
Dios está presente en el alma del justo según dos modelos que se complementan y que llamaremos «presencia activa de inmensidad» y «presencia objetiva.»
PRESENCIA ACTIVA DE INMENSIDAD
Dios, el ser infinito, creó todas las cosas y, mediante una acción continua, tiene que sostener a su criatura para mantenerla en la existencia. Si Dios cesara un solo instante en esta acción conservadora –llamada creación continuada–, la criatura caería en la nada.
Dios creó y sostiene todas las cosas por el poder de su Verbo. «Todo tiene en él consistencia», dice el Apóstol . Dios está, pues, presente ante todo por su potencia activa.
A tal presencia activa, que implica la presencia real de la esencia, se la conoce con el término genérico de presencia de inmensidad.
      Dios está, en consecuencia, presente sustancialmente en el alma justa, a la que comunica el ser natural y la vida sobrenatural de la gracia. Nos sostiene, no como una madre sostiene y lleva a su hijo en sus brazos, sino que nos penetra y nos envuelve. No hay un átomo de nuestro ser donde no esté, ni un movimiento de nuestros miembros o de nuestras facultades que no anime. Está en torno nuestro, en nosotros y hasta en las regiones más íntimas y profundas de nuestra misma alma. Dios es el alma de nuestra alma, la vida de nuestra vida, la suprema realidad en la que estamos como inmersos y que penetra de su presencia activa y de su vivificante poder todo lo que tenemos y lo que somos: «En él vivimos, nos movemos y existimos»

         PRESENCIA OBJETIVA
       La actividad divina de la presencia de inmensidad sostenía y enriquecía al alma, pero la dejaba pasiva bajo sus dones. Creaba, entre Dios y el alma, relaciones de Creador con criatura.
         Por el contrario, la gracia confiere al alma facultad de reaccionar bajo los dones de Dios, de retornar hacia él, conocerle directamente como él se conoce, amarle como él se ama, abrazarle como a padre. Establece, entre el alma y Dios, relaciones recíprocas de amistad, relaciones filiales.
         Por la presencia de inmensidad Dios colmaba al alma, pero estaba en ella como un extraño. Al alma enriquecida con la gracia, Dios se entrega a sí mismo como amigo y como padre. Por la presencia de inmensidad Dios revelaba indirectamente, por medio de sus obras, su presencia y su naturaleza. Al alma convertida en su hijo por la gracia, Dios le descubre su vida íntima, su vida trinitaria y le hace entrar en ésta como verdadera hija, para hacerla partícipe de ella.
       A estas nuevas relaciones creadas por la gracia corresponde un nuevo modo de presencia divina, que llamaremos presencia objetiva, porque a Dios se le siente en ella directamente como objeto de conocimiento y de amor
          La Escritura nos habla, con una precisión y encanto que nos revelan su intimidad, del misterio de esta inhabitación sustancial de Dios en el alma, de la actividad del amor que en ella despliega, de las relaciones entre el alma y Dios que de allí se derivan: «¿No sabéis –escribe san Pablo a los Corintios– que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?». «La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.» San Juan destaca una expresión de nuestro Señor en el discurso después de la Cena: «Si alguno me ama, el Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» ".


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