NECESITA NUESTRA COLABORACIÓN
El Espíritu Santo no es solamente alguien a quien servimos; no es una estatua a la que rendimos nuestro homenaje, ni un gran maestro que saludamos de lejos, cuya influencia no sentimos y que en realidad no se interesa por nosotros ni por el trabajo que se nos ha encomendado. No, él es el arquitecto, el constructor y el obrero: el trabajo que se nos pide es un trabajo de colaboración.
Esta colaboración es, en primer lugar, una colaboración necesaria. Jesús sube al Cielo y deja en la tierra a sus apóstoles para que construyan la Iglesia. Les pide que trabajen, y ese trtabajo de los apóstoles, que luego será el trabajo de todo apóstol, de todo cristiano en la construcción de la Iglesia, es una colaboración necesaria e indispensable.
No pensemos que es Espíritu Santo es lo bastante grande, lo bastante poderoso como para arreglárselas solo. Tiene necesidad de nosotros. Una de las leyes de la acción de Dios, incluso en el plano sobrenatural, consiste en no hacer nada por sí solo, en obrar contando siempre con la colaboración humana.
Acudamos a un ejemplo, el más importante, el de la Encarnación. El Verbo ha de encarnarse, ha de hacerse hombre para vivir en medio de nosotros. Es un prodigio absolutamente maravilloso que el Verbo se encarne, se haga hombre. Y para realizar este prodigio, ¿qué hace Dios? Pide la colaboración humana.
Podría parecer más honroso que Dios se hubiera encarnado dándose una humanidad creada por él mismo; no le habría sido difícil hacerlo; le bastaba decir: "Hágase." Pero Dios no hizo eso, sino que solicitó por medio del arcángel Gabriel la colaboración de la Virgen María, colaboración efectiva y maternal en el más pleno sentido de la palabra... María hubiera podido detener la realización del plan divino.
Esta colaboración necesaria nos sitúa ante nuestras responsabilidades.
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