martes, 18 de mayo de 2010

EL CRISTIANO HABITADO POR EL ESPÍRITU

El cristiano está habitado por el Espíritu Santo. Hoy nos sentimos inclinados a distinguir a los cristianos por otros aspectos: un cristiano, diríamos, se distingue por las virtudes exteriores o por la alegría que irradia su rostro, o por otra cosa; pero la única distinción que establece san Pablo es la inhabitación del Espíritu Santo.
Y siempre que hace referencia a la moral, siempre que quiere impartir un precepto moral, trátese del respeto que debemos a nuestro cuerpo o de cómo debemos relacionarnos con el prójimo, se apoya en esta verdad fundamental: respetad vuestro cuerpo porque es templo del Espíritu Santo; respetad al prójimo, porque el prójimo, el cristiano, es santo: santo por su santidad personal, tal vez, pero santo sobre todo, porque se halla habitado por Dios, habitado por el Espíritu Santo.
Esa  presencia del Espíritu Santo en nuestra alma es una presencia activa. El Espíritu Santo es una llama, es un sol que proyecta continuamente sus rayos; es una fuente que siempre mana, es la vida de nuestra alma, la gran realidad de nuestra alma.

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