jueves, 7 de abril de 2011

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE / VENGA A NOSOTROS TU REINO

De nuevo tengo que pediros disculpas... el montar la página web del Instituto me ha pedido todo el tiempo del que disponía. Pero ne me había olvidado y ahora, aunque tarde, me pongo de nuevo.
Como dice Santa Teresa, empezamos con las "altas peticiones" . Y la santa une las dos primeras y las explica en clave de oración contemplativa, "aplicadas a la oración de quietud". Se da cuenta de que su enfoque es muy personal: "Si no os contentare, pensad vosotras otras consideraciones".
Estas dos primeras peticiones le hacen pensar en la oración que "hay en el reino de los cielos". Los que están ya en el cielo, saben bendecir y santificar de veras el nonbre del Señor:
"Ahora pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es: ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce".
Esta manera de rezar de los que están en el cielo es el modelo para nosotros, pobres orantes de a pie del Padrenuestro. Para eso, aunque nunca la haremos con la misma perfección que ellos, tenemos que entender, prestar atención a lo que decimos y no hacerlo mecánicamente. Pero, más allá de lo que decimos, a lo que tenemos que prestar atención es al que se lo decimos, al que habita nuestro interior, para dejarle la dirección de nuestra oración, y Él será quien "ponga en sosiego las potencias y en quietud el alma". Se trata de entrar en comunión con las palabras y los sentimientos interiores de Jesús.

El PME hace más hincapié al hablar de la oración de quietud en algo que Teresa también menciona pero en lo que se atarda menos. La potencia que está tomada por Dios en esta oración es la voluntad y puede que la memoria y el entendimiento estén dispersas y no participen del gusto de la voluntad. Así nos lo dice:
"Mientras la voluntad está suavemente encadenada por los gustos divinos que
saborea, ¿qué suerte corren las otras potencias?
Santa Teresa nos deja entrever que puede ser muy diferente, según las circunstancias.
Por ejemplo, el caso en que tienen algún conocimiento y, en consecuencia, participan del festín delicioso de la voluntad. Desean ir en ayuda de la voluntad y aumentar la quietud por su propia actividad. Agitación vana y perturbadora: están arrojando haces de leña sobre una centellica con riesgo de ahogarla.
      Por su agitación, estas dos potencias se han hecho incapaces de saborear los gustos divinos.
       A veces el entendimiento no participa de ninguna forma en el festín del alma. De ahí que en ello experimente turbación.
Estas cuartas moradas, caracterizadas por la quietud, son también, moradas muy agitadas". (QVAD p. 5665-566)
Y el PME, apoyándose en santa Teresa da unos consejos prácticos en el capítulo sobre el silencio interior, para luchar contra la acción de la memoria y del entendimiento en esta oración de quietud:
"¿Cómo reaccionar contra esta agitación de las facultades y cultivar el silencio interior en esta segunda fase de la vida espiritual?
Hemos escuchado a santa Teresa decirnos que se reía de su impotencia y del ruido de sus facultades.
La Santa había comprendido, en efecto, que era inútil luchar contra las fuerzas superiores: contra las de Dios que producen tales efectos en nuestras facultades humanas, inadaptadas a su acción, y contra las del demonio que trata de tomar en nuestras facultades sensibles el desquite de las derrotas sufridas en las regiones superiores del alma.
La lucha directa es inútil e, incluso, perjudicial. La primera obligación que se impone al alma es la de respetar la acción de Dios y la de favorecerla aportando una fe despierta. Si el alma va tras las facultades ruidosas, pierde el contacto de Dios y corre gran peligro de perder la contemplación. Por otra parte, ¿no es una ley psicológica que la voluntad, al tomar contacto con las imágenes o las realidades sensibles, más que dominarlas se enreda en ellas?". (QVAD 441-442)
La primera ayuda que nos aportan estas consideraciones, es comprender que el ruido del entendimeinto y la memoria no son signo de oración imperfecta, y que por lo tanto no hay que ocuparse de ellos. Podemos seguir gozando de Dios y dejarle actuar en nosotros.

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